Abril es el mes mas cruel,
hace brotar lilas en tierra muerta, mezcla memoria y deseo, remueve lentas raíces con lluvia primaveral.
T.S.Eliot, La tierra baldía.
Siempre me pones en estas zozobras. Para mi, tú nunca te recuperaste de ese ictus, aunque tus colegas hayan dicho lo contrario. Yo creo que se dieron cuenta que no tenias remedio y pasaron de ti sin más.
Diez años atrás este era el hospital más moderno de Latinoamérica, y aunque ya estábamos separados y tú haciendo tu vida, cuando me avisaron te traje aquí para que te atendieran. Era lo que correspondía, siempre fuiste una efigie de laberintos y olores ásperos; te hiciste a imagen y semejanza de este edificio, tu vientre y tu nido. Alguna vez, mientras operabas, entré al quirófano con una pizza en la mano y me reprendiste; más de una vez entraste en mí detrás de una puerta numerada. Poco a poco me fui enterando que en las escaleras de emergencia las practicantes de enfermería salpimentaban tus ratos libres.
Sexo, droga y rock and roll te llevaron a una explosión interna, y a mi a este cuartucho de un metro y medio azul amoníaco, sábanas plásticas sudadas y esa silla yque de descanso donde estoy segura envejecí. Para respirar salía al pasillo pero las caras angustiadas o perdidas me devolvían a tu madriguera. Y eso que no olía a humedad.
Nunca estuve de acuerdo con que usaras la moto de noche, sobre todo después del ictus, pero para el caso que me haces…
¡Qué ironías tiene la vida! A las dos y media de la madrugada sólo encontraron mi número de teléfono, el teléfono de la ex, para que viniera a hacerse cargo de ti (yo creo que más de la factura porque conociéndote, el pago del seguro debe ser un “mañana quizá si me sobra tiempo y tengo ganas”). Y salí a buscarte al hospital mas cercano y me dijeron que te habías ido de allí en taxi, solo, después que te cosieron la cara y las manos y te dijeron que tenias algunas fracturas que debían atenderse. Entonces pensé en lo que tú hubieras pensado: venirte para acá, donde trabajaste por años y nacieron nuestros hijos.
Aquí estamos de nuevo porque tus amiguitas nunca han sido amigas de tus problemas y nuestros hijos estudian fuera, así que yo, que no quiero estar, estoy. La última vez que hablamos me dijiste: “mereces un amor que te quiera y te sepa valorar”. Creo que esas palabras se las robaste a una canción, como la mayoría de las cosas en tu vida.
Hace diez años, cuando te dio el ictus, te pregunté si te querías morir. No me respondiste porque no habías vuelto en ti, pero yo sabía que si. El problema era que morirse de un infarto cerebral o de corazón no es poético, no da mucho juego. En esa época tenías que haberte muerto de tuberculosis y haberme infectado; sida no, ¿qué hubiera dicho tu madre?
Ayer volviste a perder la conciencia y los médicos me dicen que no me mueva de tu lado porque algo pasa. No había caído en cuenta que estas paredes son sofocantes; estos pasillos ahora más amarillentos y sucios, me gritan, me empujan y golpean. ¡Qué asco de tubos! Los pitos son enanitos que me persiguen y me quieren violar.
Hace tiempo te quieres morir pero no lograste los conjuros precisos: el cáncer le da a la gente buena e inocente y en la mejor época de su vida; con un cáncer te hubieras reivindicado, hubieras muerto de amor, victima de insufribles y crueles tormentos. Si te secuestraban y no pagábamos el rescate, te asaltaban con cuchillo o te caían a golpes, era una muerte común, cotidiana, y tú siempre aspiraste a ser diferente.
Mañana enfócate. Ya es lodo lo que va quedando.
El negro no es color que mas me va pero brillaré.
Gracias a Héctor Abad Faciolince
Gran historia! Gracias por compartirla