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El Proceso, 56
Mucho se ha hablado sobre la obra de Franz Kafka (1883-1924) y sobre todo de lo que representan los espacios narrativos que propone el autor en El Proceso, libro publicado en 1925 y traducido al español en 1939, así que seremos muy concretos partiendo de nuestra propia aproximación al texto.
Como su nombre lo indica, la obra se refiere a que al Sr. Josef K. se le instruye un proceso judicial del que no sabemos las causas y frente al cual él reaccionará desplazándose para buscar respuestas. En general, el término proceso refiere a un conjunto de fases sucesivas de un fenómeno, o a un conjunto de actuaciones que conllevan cierta lógica, anverso de la tesis del texto que plantea lo absurdo sustentado en la correlación lógica. Este proceso es secreto tanto para el público como para el propio acusado (121) con lo que Kafka vuelca su concepción de falta de humanidad no sólo en un proceso real sino en la mayoría de las actuaciones del ser humano.
Con respecto al planteamiento de los espacios físicos, son muy importantes los detalles, pues con ellos se construye la narración que comienza con la irrupción de personas extrañas en su intimidad, y los elementos de su cotidianeidad van construyendo un mundo hasta ese momento invisible. “Ahora, la mesita de noche había sido trasladada desde la cama hasta el centro de la habitación para servir como mesa de sesiones “(16). Todo debe quedar retratado: la almohada, la ventana, los que miran por ella, los objetos que nutren los espacios…Son expresiones de donde el Sr. Josef K. se va construyendo a si mismo o mostrando las diversas facetas de su personalidad: una pensión, una oficina, un edificio de apartamentos y la ciudad son metáforas de sus relaciones consigo mismo y con la sociedad.
El trazado de la ciudad, por ejemplo, es laberíntico, convirtiéndose en una expresión que sobrepasa la individualidad para mostrar lo paradójico e incomprensible de las acciones y reacciones de un colectivo .
Es sabido que esta obra se relaciona abiertamente con el exterior, con las ideas de su tiempo: el psicoanálisis y el surrealismo, por ejemplo. En cuanto al espacio, se muestra modernista, de líneas Bauhaus.
En 1919 el arquitecto alemán Walter Gropius propone una cofradía libre, sin clases sociales, donde “la forma sigue a la función “, la línea va sin adornos y donde todas las artes tienen cabida. Esto alimenta de nuevas ideas el panorama, rechazando las normas e instituciones sociales y lanzándose hacia una utopía social. Está claro que El Proceso entra en esta línea de pensamiento y el problema del espacio, tratado científicamente por el grupo Bauhaus, adquiere cuerpo en la literatura en la creación precisa de espacios que morían junto a las instituciones sociales, como al final sucede con el Sr. K. La inclusión de un personaje como el pintor Titorelli, con mucha información pero dueño de un espacio sórdido, o la del sacerdote en su catedral, afianzan la relación de los elementos constructivos.
Los espacios en su dimensión subjetiva reflejan las tensiones de un ciudadano sometido a controles sociales que llegan hasta anular su propia capacidad de decidir. Las oficinas del tribunal, por ejemplo, las sitúa en una buhardilla de un edificio habitado por pobres. Esto le da otra dimensión a la importancia de la justicia. “ Era un largo corredor con una serie de puertas mal acabadas, que daban acceso a las distintas oficinas de la buhardilla. Aunque no había ninguna abertura por donde entrase directamente la luz, tampoco era completa la oscuridad… (67).
También podemos considerar los espacios en su ámbito simbólico: el proceso está en todas partes; el espacio es interior y representa lo inaccesible y la muerte, la duda y el sinsentido. Las escaleras y las puertas son elementos que se repiten constantemente para demostrar que, a pesar de estar allí, no llevan a ninguna parte. El protagonista, en algún momento, dice no entenderlas.
La ambientación es otro elemento singular: a pesar de que no se habla expresamente de oscuridad, o no se la nombra, existe. La obra tiene un tinte gris, asfixiante, decadente, donde nada concluye y no sabemos si estamos dentro del ámbito de un sueño o mejor, una pesadilla. Su habitación está en penumbras, las calles son oscuras, las persianas de las casa estaban bajadas, los faroles no iluminan…La atmósfera es asfixiante. Por algo se ha incorporado al lenguaje el adjetivo kafkiano, que abarca lo insólito, lo absurdo y lo angustioso y muchos caracteres más: lo que no podemos controlar o lo que no es nada justo. Es justo ese contexto, espacio o entorno que resulta agobiante por absurdo.
Kafka logra armar esta obra organizando las largas frases subordinadas con otras cortas, omitiendo información, y manteniendo la lógica en un ambiente irreal, donde la culpa con la que carga el ser humano, es realmente el mensaje sin destino.
Bibliografía
- Kafka: El Proceso. Alianza Editorial, 2008.
J.L. Alvarado: El proceso. Circutadry.es
- Pérez Márquez: “El Proceso de Kafka desde la retórica”. Foro interno, Madrid, tomo 7, 2007. Proquest.