Buenos días princesa.
Amanezco sin tema para hacer mi cuento de hoy… ¡No se de qué escribir!
Todos los martes debo religiosamente entregar un relato (porque si me comprometo, debo cumplir) y me molesta sobremanera que cuando llega el día de entrega no tengo yo mis deberes hechos. Eso me disgustó siempre. Mis amigos no lo entendían, me decían que yo era un gilipollas-pijo-pesao-maníacodepresivo; nunca pudieron aceptar que las cosas deben hacerse de determinada manera, como están mandadas y punto. Por eso no tengo amigos.
No quiero aburrirte. No se porqué tienes días que no me atiendes el teléfono. Gracias a Dios tengo tu correo. No pares de leer por favor; tiene que ver contigo. Te prometo que no me alteraré nunca más, que cuando vengas a mi verás que las cosas lindas también pasan.
Lo de amanezco es literal. Son las cuatro de la mañana y creo que la falta de tema me ha despertado, por lo tanto me planto frente a la biblioteca de la casa de mi madre –que fue mi biblioteca y que se ha mantenido intacta- para ver qué cosa puedo copiar.
No te dije que tuve que dormir aquí anoche porque a mi madre le dio un subidón de esos que a ella le da y que se le quitan con mi presencia. Bueno, lo digo así porque llego yo, me lavo las manos, le tomo las de ella que están heladas, suspira y poco a poco va normalizándose su respiración y vuelven los colores a la cara. Claro, luego paso por la cocina porque seguro se le ha olvidado apagar la hornilla y toda la casa huele a gas. ¡Qué despiste!
Pobre mi madre…tan buena. Siempre tan pendiente de cocinar lo que me gusta y tenerme la ropa limpita y planchada. Claro, le ha costado un poco entender que a mis largos treinta ya debo vivir solo.
Cuando la conozcas te encantará; a pesar de no sonreír nunca, fue una mujer que le echó ganas a la vida. Luego que mi padre desapareciera, ella me educó y me cuidó con mucho esmero, y fui yo el único hombre de su vida.
Frente a la biblioteca veo viejos libros en italiano, decido abrir uno que se llama lecturas italianas para extranjeros, y.. ¿adivina quién aparece? Tú en tu otro yo: Enrico Fermi. ¿No es ese el seudónimo que usas en las redes? La verdad no le había hecho mucho caso, pensaba que era un personaje de novela, pero esta vez leí el texto y ¡caramba! un Premio Nobel por desarrollar el primer reactor nuclear. Impresionante… Me hablabas de energía en cadena, de nuevo combustible… ¿Cómo no lo vi antes? Ahora eres más atractiva para mi… ¿O debo decir atractivo? ¿Por qué te escondes detrás del nombre de un hombre? Me imagino que lo usas por tu profesión, profesora de física. Mi corazón comienza a latir intensamente y me falta el aire.
Espero que sigas allí y -no te asustes por favor- que sigas ahí siempre para mi.
Continúo: me pareció que el texto pretendía ser poético: hablaba de un pasajero de la nave Franconia que luego de llegar a Nueva York, se convirtió en navegador para acceder a nuevos mundos. Y ahí reviviste tú: En nuestra relación son muy frecuentes las coincidencias. Somos rectas muy convergentes. No existe la casualidad sino la causalidad. ¿No es hermoso?
A medida que levante el día, trataré de llamarte de nuevo mil veces hasta que me contestes. No tengas miedo, es que de verdad quiero conocerte mas para cuidarte, mimarte y darte lo que necesites. Hoy lo haré mejor.
Ya se acerca mi plazo de entrega, cariño, no puedo seguir hablándote con esa idea rondándome. Las manos comienzan a sudar, me duele la cabeza y tengo que seguir pensando en qué voy a escribir. Creo que leí una vez que un escritor decía que para escribir había que escribir lo menos posible. Estoy muy confundido, Enrico Fermi. Voy a empezar de nuevo; ojalá se me ocurra algo para convencer al profesor.
Amanezco sin tema para hacer mi cuento de hoy… ¡No se de qué escribir!