‘El amor no es nunca mejor que el amante”
Toni Morrison, Ojos azules
Dentro de la historia de la literatura de los Estados Unidos de Norte América hay muchas obras cuyo tema ha sido el maltrato y sus variantes: la discriminación, el racismo, la auto aversión o sencillamente la esclavitud, cuestión además arterial en una población conformada precisamente por el equilibrio racial. La diferencia es cómo se cuenta la historia, a quién se usa para narrarla y fundamentalmente qué puesto se le da al lector o qué se espera de él.
En este caso, consideramos que la obra Ojos Azules de Toni Morrison, a pesar de su fama (debida a un premio Nobel y la carrera de la autora como defensora de los derechos humanos, ambos muy mediáticos), lo que representa en la literatura es el grito de una mujer negra escribiendo sobre mujeres negras, ajustado documento años sesenta, donde se expone una tesis de manera sórdida para despertar a un lector políticamente apático. La obra fue escrita en 1963 y publicada en 1970.
El tema del maltrato tiene varias vertientes. En un principio se hace hincapié – o se nos hace creer- que se trata de racismo (la protagonista quiere tener ojos azules; en inglés, los más azules) pero a medida que fluye la novela, nos damos cuenta que se trata de auto aversión, y auto desprecio racial, es decir que el ambiente maltratador es el del mismo grupo racial, y los peores actos ocurren entre ellos. Inclusive, el único medio donde demuestran cariño a una negra es en un hogar blanco, el sitio donde trabaja la madre de Pecola casi como esclava, pero donde se le considera una buena madre, a pesar de negar a su propia hija.
Por otra parte, se muestra el maltrato en la vida de unas niñas que habitan un pueblo sórdido y un hogar indecoroso, marcando todo de la fealdad que representa Pecola. Sólo encontramos colores en el enamoramiento de Polly con Choly, que podemos pensar que en algún momento pudo ser genuino y realmente una ilusión que diera felicidad; de resto, oscuridad y basura.
Encontramos violencia, brutalidad, situaciones limite, desesperanza…todo resaltado en el retrato oscuro de familias inclusive con defectos físicos. Se trabaja con un complejo de inferioridad inherente al color de piel. Los hombres son presentados como sinvergüenzas, violadores
Si bien este ambiente de violencia doméstica ha sido exacerbado en la población negra, estadísticas demuestran que este es un mal de la sociedad norteamericana en general, de una clase social que aspira llegar a cumplir con los cánones de la clase media. Dentro de este maltrato, el abuso infantil es el peor catalogado y al que se le imponen mayores castigos. Esta novela es un compendio de maltrato infantil: hay daño físico y emocional, castigos excesivos, no se cubren las necesidades básicas, hay burlas, sarcasmos, ironía, desprecio, hasta llegar al incesto, a la violación además con un embarazo con el que debe cargar la niña. Todo esto en una estructura narrativa de las cuatro estaciones que no van hacia delante sino mas bien hacia atrás pues el libro cierra con la locura de Pécola y la destrucción de la familia. No hay salvación posible, ni la habrá.
Morrison, en el epílogo, sostiene que:
“Mi solución- fraccionar la narración en partes que deben ser re-ensambladas por el lector- me pareció una buena idea cuya ejecución hoy no me satisface. Además no funcionó: muchos lectores quedaron afectados, pero no conmovidos.” Es decir que la prioridad de la autora era efectivamente llegar a perturbar al lector, que no quedara apático ante una realidad, a través de su propio esfuerzo en ensamblar la obra. Nosotros creemos que si lo logra, que el lector se siente involucrado por el tema, la estructura y el lenguaje, y debe tomar posturas ante el horror que presencia. Requiere un lector atento que, aparte de engranar las piezas, con pocas pistas sepa quien habla.
Con respecto al lenguaje creemos que tiene mucho valor en su contexto original; en español se puede vislumbrar una expresión fuerte, un ritmo nervioso, palabras llenas de odio y miseria, y una sintaxis violenta en sus frases cortas. Además se narra en presente, haciendo énfasis en lo negativo y expresiones locales; se narra en plural también, recurso que apoya la necesidad de acercar la historia al lector.
La voz narradora la centra en dos niñas, personaje delicados, vulnerables. La autora explica que sacó un secreto a la luz; juega con el morbo que causa la conciencia de fealdad. Además cada nombre es un símbolo y muchas líneas, por ejemplo canciones infantiles, son íconos culturales (Shirley Temple, por ejemplo).
Podemos sostener entonces, que la fuerza de esta obra reside en exponer y representar abiertamente sentimientos como la culpa y el odio, o conceptos como la sumisión o el dilema moral representado en un personaje como Claudia, la belleza, la voz femenina o incluso la libertad que es muy costosa. Pero no hay redención: la locura de Pecola, es decir, perder el sentido de realidad, demuestra que las cosas seguirán iguales.
T. Morrison: Ojos azules. Debolsillo,2012.