“En los sueños que comienzan de noche y luego se adornan
de día regresa regularmente nuestro padre”. (A.,11)
Sibylle Lewitscharoff (1954) hace en esta novela autobiográfica un viaje hacia la tierra de su padre; esta es la trama de la superficie (que no superficial). En realidad el desplazamiento es hacia su alma: sus sentimientos y todo lo que la conforma como persona.
El viaje tiene un riquísimo simbolismo; aparte de ser el inicio y la base de cualquier narración (J. Campbell), se podría resumir en la búsqueda de la verdad, de la paz, incluso de la inmortalidad. En este caso es una peregrinación, el deseo de cambio. Jung habla de insatisfacción y de buscar la madre perdida. Calasso habla de un sacrificio en el ámbito espiritual, que lleva al centro de la creatividad que es el centro de la vida. Y es que todo viaje implica sacrifico pues hay un esfuerzo, un trabajo que de antemano no sabemos a dónde conduce.
También es un viaje al mundo de los muertos; de allí las referencias a Hermes como conductor perverso, una historia donde ha habido estafas o astucias. O la representación de Orfeo, músico que logra sacar a Eurídice de los infiernos pero fracasa por violar la norma y mirar lo invisible. “Yo caminaba como el Golem en persona”(323): en el imaginario hebraico, un ser animado fabricado por materia inanimada. Así que Rumen Apostoloff será el guía que tratará de hacer agradable el viaje, pero “esos tesoros sólo existen en los cerebros búlgaros”(12) es decir, será un viaje doloroso, porque las odiseas son viajes solitarios.
Con una narradora muy poco fiable, que está de muy mal humor, que la negación es su insignia, que utiliza el sarcasmo y la ironía, y que nos pone como barrera, muro o escudo la presencia y actuación del chófer, iniciaremos el viaje funerario, que en realidad son dos viajes, el de los vivos y el de los muertos, en una “nave insignia” que terminará imponiendo transformaciones importantes tanto en la historia como en los personajes. “El odio al padre y el odio al país se amalgaman y sólo a fuerza de tenacidad se los puede mantener hirviendo a fuego lento “ (16). Este es el motivo para iniciar la acción, que se da en ella porque su padre se suicida cuando ella tenia nueve años y la deja sin respuestas, sin asideros, y de alguna manera, es en este libro donde quiere atrapar los conceptos de familia (su hermana mayor), su nacionalidad (Alemania/ Bulgaria), su sentimiento político (habla de libertad interior y rebeldía) y su ser.
Para hacer estos planteamientos complejos y profundos, debe recurrir a su parte espiritual, por lo que arma el triángulo sagrado: Apostoloff, el padre y ella.
Llama la atención que nuestra narradora sea tan culta y maneje las referencias de un abanico cultural muy amplio de filósofos y literatos: Uwe Johnson, Max Frisch, James Baldwin, Albert Camus, Lowry, Faulkner, Cheever, la Biblia…Esto se debe a que su padre tenía una biblioteca muy completa y las hermanas se refugiaban en los libros durante las locuras de los padres.
Con mucha audacia al enfrentar el texto y la manera de narrarlo, y con mucha sonoridad en la prosa, la autora logra llevarnos de la mano sorprendentemente, por intrincados laberintos de la formación de la personalidad y de las relaciones familiares.
Bibliografía
S.Lewitscharoff: Apostoloff. Adriana Hidalgo Editora, 2010
- Menéndez Salmón: “Joyas ocultas de la literatura alemana”. El Confidencial. 07-06-2914