El propósito de toda guerra es la paz
San Agustín
Es inevitable estar muy afectados por esta invasión a Ucrania, pero
algunos pensamos, con los pocos datos reales que nos brinda la historia, que esta guerra no es un fenómeno independiente sino la continuación de una política sostenida por años, en medios heterogéneos.
Los rusos -en sus diferentes denominaciones territoriales y políticas- ( y
no todos, por supuesto) no han dejado de combatir, avanzar, movilizarse,
ocupar, conquistar…nunca. Alguien les debe haber inculcado que su campo de batalla no tenía por qué tener límites. Sus vecinos, Latinoamérica toda,
naciones africanas, norte de Europa y hasta en el espacio, han tratado de
implementar el veni, vidi, vici, como ahora, siempre justificando que ellos salen cuando se les necesita. En esta ocasión, Putin no declara la guerra, sino que pone en marcha una “operación militar especial” para “desnazificar” el país que ha estado surfeando enfrentamientos solo por ser un territorio estratégicamente situado.
No podemos olvidar tampoco los años de la Guerra Fría, esas tensas
relaciones entre los dos capitanes del nuevo orden mundial surgido después de la segunda guerra mundial y que algunos historiadores dan por acabada con Gorbachov a partir de 1985. Es decir, alguno tuvo que pactar. Y eso duele.
Por treinta años estuvo presente el “hermano soviético” ayudando
“desinteresadamente” a la economía cubana. Al parecer, no hay cifras (ni las habrá) del número de militares que se instaló en la isla, las misiones, los
misiles o los hijos que dejaron. Lo que sí se vio fue la acción eficaz de los
organismos de inteligencia y espionaje, y la profunda miseria sembrada como cola de un cometa, que el pueblo cubano heredó luego de la retirada. El hambre se llamó “severo embargo estadounidense”, jamás apatía rusa.
Hay analistas que todavía no apellidan guerra a la violencia estructural
como la pobreza, el hambre y la desigualdad de esos años, a las jineteras, la
mortalidad infantil, la emigración o el hacinamiento carcelario, pero si las
victimas se cuentan por millones ¿de qué otro modo se puede llamar?
En Venezuela, tierra que salía del siglo XX casi virgen y mal gestionada,
Fidel encontró el terreno perfecto para aplicar lo que había visto hacer. Para nadie es un secreto que los amigos del presente régimen -rusos, iraníes y chinos- han hecho caída y mesa limpia con todo el mineral que puedan llevarse o cualquier otra riqueza venezolana. Pero de nuevo, nadie ha hablado de los mineros muertos, de la sangre derramada por los indígenas de la zona, de las mafias que se han creado, de los grupos guerrilleros y narcotraficantes o de la devastación del ambiente que en algún momento nos dejará hasta sin oxígeno.
Creo que tienen años engañándonos como a niños de pecho, hablando
de firmar convenios o mejor, “acuerdos de cooperación” que para el pueblo son oscuros e inexistentes. ¿De cuál pueblo hablamos? ¿Será que les importa a ellos la inseguridad, el hambre, o la emigración forzada?
No, santo padre, perdóneme que en esta ocasión muestre mis
diferencias con sus palabras: el propósito de la guerra es la dolorosa, feroz,
horrible, cruel e inhumana guerra. A todos nos tocará, como nos han tocado de lleno, los acontecimientos sucedidos en estos años. ¿Y qué nos queda?
La suerte está echada, como dijo Julio Cesar al cruzar el rio Rubicón. Otra vez.
Luisa Valeriano
Madrid, febrero 2022
(Esto lo escribo revisando artículos publicados por la BBC, VOA, infobae.com, Revista internacional de filosofía y otros)