«Se puede confiar en las malas personas, no cambian jamás.» W.F.
Un extraño encantamiento lo somete a uno cuando se acerca a textos que ha leído en la juventud, esos que quedan emitiendo luz, como la de un faro, en el cajón treinta y tres del canto del olvido. Y eso pasa porque en esos años la lectura fue, si se puede decir así, literal. Mientras agonizo, de William Faulkner es la breve historia de una familia en los días que tarda una mujer –la madre- en morir y ser enterrada donde ella ha dispuesto. Hasta aquí una riqueza ligada a la tierra, al mundo rural, a Norteamérica, al Misisipi, a las estructuras sociales, al hombre del siglo XX y sus complicados conceptos sobre el honor o la moral.
Pero aparece otra dimensión posterior: Esta obra se convierte en la odisea del siglo XX a través de su esquema épico. Por cierto, algunos críticos sostienen que el título fue extraído precisamente de la Odisea, Canto XI, en una frase de Agamenón: “Yo elevaba mis manos y las batía sobre el suelo mientras agonizo con la espada clavada”.
Agonizar es también luchar por sobrevivir, angustiarse por los intereses personales, por cumplir con la madre, o por no caer en la locura. Así que cada personaje en esta obra agoniza a su manera.
Dice José María Guelbenzu en un artículo publicado en Revista de Libros, que esta novela presenta en la obra del autor, un punto de equilibrio entre el estilo y la composición, es decir una gran experimentación expresiva y composición narrativa (Revista de libros 01/04/2000).
Coincidimos con él porque queda demostrado que introducirse en un mundo donde los monólogos de quince personajes irán conformando la historia, no es muy fácil de captar a la primera. La linealidad temporal se resquebraja y la elipsis cobra un papel fundamental, lo que nos demuestra que se puede contar de esa manera.
Por otra parte, Faulkner quiere presentar una novela rota, fragmentada, fracturada, que no es más que la expresión de un mundo y unas relaciones familiares centradas en el silencio, las sombras y la incomunicación, y va construyendo una historia, la historia y sus satélites, ahondando en la psicología de cada personaje, siempre con doble intención, humor negro o malicia.
Es por esto que quisiera destacar la frase final: “Os presento a la señora Bundren”, pues creo que cobra una importancia inusitada y se convierte en el núcleo de la novela.
Después de todo lo sucedido, como poner en riesgo la vida de cada participante de esa caravana, pasar por incendios e inundaciones o robar, el patriarca de la familia regresa a su casa con una dentadura nueva –que anhelaba por quince años-, un gramófono y una nueva esposa. “Es un Bundren de pies a cabeza, que a nadie quiere, que no se preocupa mas que de ganarse algo con el menos esfuerzo” dice Cora en una de sus entradas.
Y es aquí donde uno se pregunta qué sentido ha tenido la vida, el viaje o la muerte de la señora Bundren. Es lo que expresará años más tarde Camus en El Extranjero: por un lado va la realidad desesperanzadora, absurda, banal y por otro los principios sociales, morales y religiosos. En algunas ocasiones llegan a conectarse; en otras no. Y la vida sigue, sustentándose en los valores personales, en lo mejor que uno puede hacer por alguien, como respetar la voluntad de su esposa de descansar en paz con los suyos.
Por eso una frase tan simple, que dice el padre “sin darle importancia”, adquiere pies de gigante, pues todo vuelve a comenzar y lo que han vivido, sufrido o la miseria que les espera a futuro, tampoco tiene dimensiones extraordinarias. “Viene a ser como si en cada hombre hubiera una personalidad más allá de la razón, y de la locura, una personalidad que contemplase sus acciones sensatas y las insensatas con el mismo horror y la misma sorpresa” dice Cash en alguna página anterior.
Tantos personajes, recursos literarios y temas han hecho de Mientras agonizo una obra siempre actual y palpitante, que no ha perdido su valor en lo real y en lo efectivo. Sólo el simple hecho de presentar a la señora Bundren, rompe los esquemas del lector y lo introduce en un universo de significados donde la muerte y la vida se igualan para refundar a cada paso, una historia.