Para María Antonieta
Era septiembre. A pesar de que algunas gotas de lluvia zigzagueaban entre nosotras para estrellarse contra el asfalto del patio de recreo, era el calor lo que imperaba. El sol a las once de la mañana, en esos quince minutos que nos dejaban salir a tomar algo, se regocijaba en una agobiante canícula. Y allí…